Antes de degollar una res, los romanos tenían la costumbre
litúrgica de espolvorear sobre ella salsa mola (harina tostada mezclada con
sal) y este acto se llamaba inmolatio, -onis. Más tarde, el nombre inmolatio se
extendió al propio acto de sacrificar a una víctima y también al de dar la vida
en beneficio de una persona o de una causa.
En la India se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX la
cruel práctica del sati, la inmolación de las viudas en la pira funeraria de
sus maridos. Los bonzos vietnamitas pusieron esta palabra en boga en la prensa
internacional en las décadas de 1960 y de 1970, cuando se inmolaban por el
fuego en lugares públicos para protestar contra la ocupación norteamericana.
Inmolar está registrado en la lexicografía española por lo
menos desde mediados del siglo XVII.
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